Granja Tierra Sin Males
Granja Tierra Sin Males
“Rescatar lo de antaño, el ayer impregnado de sabiduría y repleto de valores; donde se combina el bio-poder de la gente humilde del campo con lo nuevo que nos ofrece la tecnología; sin perder la sensibilidad hacia la búsqueda de lo fraterno y la autodeterminación para decidir la producción de los cultivos básicos para sobrevivir con dignidad.”
Jairo Restrepo Rivera
Ubicada en pleno corazón de Gerli, partido de Avellaneda, “Tierra Sin Males” es una Granja que tiene por objeto producir alimentos agroecológicos, formar en la cultura del trabajo y generar la conciencia para una soberanía alimentaria.
Por estar dentro del predio de la Fundación, la Granja articula acciones de los diferentes programas educativos existentes para niños, niñas y adolescentes, llegando también a tocar la vida de muchos adultos que por cercanía, afecto o identificación con la causa de la Organización, eligen acercarse a participar.
Así, por ejemplo, los más pequeños descubren los tesoros de la naturaleza a través de la interacción con los animales y las plantas, el agua y el suelo. A medida que van creciendo, comienzan a colaborar en tareas que les captan su interés, para luego empezar a sentir el valor de la responsabilidad en actividades más ligadas a la productividad. En cada una de esas etapas, se va construyendo una pedagogía que tiene como eje Aprender Haciendo.
En la Granja se producen Huevos de Gallinas que recorren los terrenos, Pollos que se crían movilizándose por diferentes espacios e interactuando con la naturaleza. Vacas y Ovejas, Cabritos y pequeños Cerdos pastorean de manera rotativa para alimentarse del suelo y enriquecerlo a la vez. Patos y Pavos, Conejos y Llamas, completan el paisaje.
Y junto a ellos, está la Huerta, para que allí las raíces, tallos, flores y frutos puedan entregarnos el alimento sano y saludable como complemento indispensable. Todo con el equilibrio y la fecundidad que nos toca y trasciende, aquello que sólo la Madre Tierra nos puede dar, si podemos ser capaces de respetarla y de amarla, porque es nuestra Casa común.
Elegimos como denominación para todo este conjunto un nombre propio de la cultura ancestral guaraní: el “Ivy Maraey”, la “Tierra Sin Males”. En efecto, los pueblos originarios de aquella bellísima región de nuestra América -auténticos creyentes- la consideraban como su origen místico y profundo, y a la vez, hacia ella orientaban sus búsquedas, sus anhelos, su vida entera.
Hoy, en tiempos de grandes crisis de humanidad, necesitamos recuperar los valores de aquella sabiduría ecologista, para crear un nuevo modelo de sociabilidad y de relación con la naturaleza, que determine un estilo de producción alimentaria capaz de nutrirnos como seres humanos, más allá de nuestra condición social o económica. En una palabra, que nos permita ejercer nuestra soberanía alimentaria.